Rezamos poniendo todo
nuestro ser en cada palabra que pronunciamos… si oramos así, cada
oración, aunque igual a las demás, será totalmente nueva… cargada de
sentido… de sentimiento… de amor…
Empezamos nuestro Rosario haciendo la Señal de la Cruz…
+ Por la señal de la Santa Cruz + de nuestros enemigos + líbranos Señor, Dios nuestro. + En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Luego hacemos una Invocación al Espíritu Santo pidiéndole que ilumine nuestra mente, apaciente nuestra alma y abra nuestro corazón…
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía, Señor, tu Espíritu y todo será creado, y renovarás la faz de la tierra. Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, haz que guiados por esta misma Luz conozcamos siempre las dulzuras del bien y gocemos siempre de sus divinos consuelos. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
Confesamos nuestra fe proclamando el Credo de los Apóstoles…
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
Nos reconocemos pecadores y rogamos la misericordia de Dios con el Kyrie Eleison…
Señor, ten piedadSeñor, ten piedadCristo, ten piedadCristo, ten piedadSeñor, ten piedadSeñor, ten piedad
Presentamos nuestras Intenciones…
Pedimos por nuestras necesidades físicas y espirituales…
por nuestras
familias y por nuestros amigos…
Pedimos por las situaciones que vemos a
nuestro alrededor,
en nuestra comunidad,
en nuestro país,
en nuestro
mundo…
Pedimos por los niños no nacidos…
por la juventud…
por los
pecados contra la institución de la familia…
Pedimos por nuestros
gobernantes
nuestros líderes políticos
religiosos…
Pedimos por la
conversión de los pecadores…
Por las almas del purgatorio…
Pedimos por
nuestros sacerdotes…
por el Santo Padre…
por nuestra Iglesia…
y por el
surgimiento de nuevas vocaciones religiosas…
Pedimos por salud en la
enfermedad…
por fortaleza en las pruebas…
por perseverancia en la
oración…
En fin, presentamos todas nuestras intenciones personales y las
de todas esas personas que siempre nos piden oración…
Respondemos,
¡te lo pedimos, Señor, y te damos gracias!,
con la seguridad de que la petición ya está en las manos de Dios…
También ofrecemos nuestra oración en reparación
por todas las ofensas que a diario reciben los Corazones de Jesús y
María…
por los ultrajes,
los desprecios y las humillaciones contra el
Santísimo Sacramento…
por la falta de fe en Su Presencia real en la
Eucaristía
Pero el rezo del Rosario no es solo para presentar nuestras
peticiones… no debemos detenernos ahí, sino que también ofrecemos
nuestro Rosario en acción de gracias por todas las oraciones escuchadas y todas las gracias y bendiciones que recibimos cada día…
Durante cada Misterio, y mientras se va contemplando el Misterio, se reza un Padrenuestro…
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
Diez Avemarías…
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Seguido por un Gloria…
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Al finalizar la decena hacemos una Jaculatoria a María…
María, Madre de gracia, Madre de misericordia, en la vida y en la muerte, ampáranos gran Señora.
Y la oración que la Virgen pidió en Fátima…
¡Oh, Jesús mío! Perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, conduce al cielo a todas las almas, especialmente aquellas que están más necesitadas de tu Misericordia.
Terminamos la decena con unos cortos Ruegos…
Sagrado Corazón de Jesús… en Vos confío.
María, Reina de la Paz… ruega por nosotros.
San José… ruega por nosotros.
San Miguel Arcángel… defiéndenos en la batalla.
En este momento, y como preparación para la próxima decena, puede entonarse alguna canción o letrilla como…
Ave… Ave… Ave María… Ave… Ave… Ave María…
Después de rezar los cinco Misterios ofrecemos un Padrenuestro y tres Avemarías por las intenciones del Santo Padre…
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
Dios te salve, María, hija de Dios Padre; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve, María, madre de Dios Hijo; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve, María, esposa purísima de Dios Espíritu Santo; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Dios te salve, María, templo y sagrario de la Santísima Trinidad; Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Terminamos nuestro Rosario ofreciéndole una Salve a nuestra Madre, la Santísima Virgen María…
Dios te salve, Reina y Madre, Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra: ¡Dios te salve! A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. ¡Ea, pues!, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima! ¡Oh piadosa! ¡Oh dulce siempre Virgen María! Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
y consagrándonos a ella…
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea, en tan graciosa belleza. A Ti, celestial princesa, Virgen Sagrada María, yo te ofrezco desde este día: alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía. Échame tu bendición todas las horas del día, y también las de la noche, Virgen sagrada María, y si en algo te he ofendido, perdóname, Madre mía. Que hoy yo recibo tu bendición + en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Terminamos con una Oración a San Miguel Arcángel…
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la perversidad y las asechanzas del demonio. ¡Reprímale Dios!, pedimos suplicantes. Y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás y a todos los espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén.
Por último, la Señal de la Cruz…
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