¡Oh Virgen de la Esperanza! Aurora resplandeciente del Divino Sol de Justicia, consuelo de los afligidos, salud de los enfermos, vida, refugio y amor de nuestras almas. Por lo que padeció vuestro corazón de Madre, al ver preso y sentenciado como criminal a vuestro inocente y amadísimo Jesús, y por los dolores y lágrimas que os costó nuestra Redención, comprada con la preciosa sangre del Hijo de Dios, que era, a la vez, vuestro Hijo; os rogamos miréis con ojos de misericordia a los que venimos a vuestros pies, para ofreceros nuestros corazones. Acoged benigna nuestras súplicas, alcanzadnos las virtudes que debemos tener para servir y amar a Dios: bendecid nuestros campos, nuestras casas y nuestras familias. Llenad de paz y alegría nuestras almas, y pues sois nuestra vida, nuestra dulzura y nuestra esperanza, haced Madre mía, que por vuestra poderosa intercesión descansaremos de los trabajos de la vida en la patria celestial.
Amén
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